viernes, 12 de diciembre de 2014

Crónicas de un amor platónico (parte 14)


Dicen que no es bueno ilusionarse demasiado, porque luego te das cuenta de que quizá nada es lo que parecía, y al final acabas deprimiéndote por completo. Dicen que no es bueno dar nada por hecho sin antes hacerlo, porque luego descubres que en realidad nunca se hizo por diversos motivos, y al final acabas arrepintiéndote de tus propias palabras. Dicen que es bueno estar en las nubes de vez en cuando, porque te sientes feliz y bien contigo mismo, pero no vivir continuamente en ellas, porque luego al bajar entristeces al encontrar la realidad.

Subiendo y bajando de las nubes, continuamente. Así me encuentro este segundo año del instituto, en el que cada día deseo subir a las nubes, cuando entro por la puerta de la clase y veo a esa persona especial. Y en cierto modo lo hago, cada vez que Érika me dirige la palabra, me saluda, o simplemente me mira a los ojos y me dedica su más encantadora sonrisa. En todos esos momentos, esos breves segundos, esos instantes, siempre siento que vuelo muy alto, muy por encima de las nubes, al mismo tiempo que irradio alegría y felicidad en todos los rincones del basto cielo infinito.

Sin embargo, esa alegría y esa felicidad desaparecen de la misma forma en que surgen: en un abrir y cerrar de ojos.

Porque, al igual que hay ocasiones en las que Érika me saluda y me sonríe, también hay ocasiones en las que para ella soy invisible o me ignora. Y después de esas últimas, vuelvo a bajar rápidamente de las nubes, cayendo en picado directo hacia la realidad. En todos esos momentos en que soy invisible a sus ojos o sencillamente me ignora, siempre entristezco y me deprimo, como un globo que se desinfla de repente. Todas esas veces en las que no hay ni un mínimo contacto entre Érika y yo me desanimo, pero interiormente. Por fuera sigo conservando esa increíble faceta de indiferencia, que permite camuflar mis sentimientos y pasar inadvertido, como si nada hubiera ocurrido.

Muchas veces intento pensar con cabeza y trato de ser racional, ciñéndome a los únicos hechos reales. Pensando así, Érika sigue tratándome prácticamente igual a cuando estábamos en el colegio, con los típicos saludos y despedidas, y alguna que otra breve conversación irrelevante en el aula o en el recreo. Salvo eso, el resto del tiempo lo pasamos cada uno por su lado con su grupo de amigos y amigas, ajeno a lo que haga el otro. Para ella seguramente no soy más que el desde siempre compañero de clase Edu: el chico tímido y callado que poco destaca entre todos.

Eso es lo que piensa mi cabeza, mi parte lógica y sensata, y también la misma que me recuerda que debo bajar de las nubes, antes de que me ilusione demasiado. Pero también tengo mi corazón, mi parte sensible y romántica, la que me anima y eleva hasta alturas insospechadas, y también la responsable de que me sienta feliz y enamorado. Esa otra parte me dice cosas completamente diferentes.

Mi corazón, al contrario que mi cabeza, siempre me dice que no pierda la esperanza, que siga manteniendo mis sentimientos, que no me olvide de Érika. Y para ello siempre rememora todos esos momentos especiales que viví con ella en el colegio: desde el primer beso en la mejilla, hasta el instante en que oí mi nombre salir de su boca, como el de la persona que le gustaba. Curiosamente nunca he dejado de pensar en ese momento, y es sin duda uno de los que recuerdo que más ha marcado mis sentimientos por ella.

Y es que, además de todo eso, mi corazón también me advierte de algo más: algo que mi cabeza no comprende ni es capaz de entender. Ese algo es la manera, la forma en que Érika me trata. Si bien es cierto que sigue tratándome como un compañero de clase más, hay algo en ella que ha cambiado. No sabría decir exactamente qué es, pero de lo que sí estoy seguro es que no es igual, no es como antes. No me trata de la misma forma que lo hacía en el colegio.

Supongo que son cosas que solo el corazón entiende, y que es difícil de explicar.

Y, mientras me debato entre la razón y los sentimientos, al tiempo que sigo subiendo y bajando continuamente de las nubes, al cabo de los meses me entero de otra gran noticia.

Nos vamos de acampada.

2 comentarios:

  1. Hola Eduardo!!
    Fue un buen capitulo como que Erika era bipolarXD
    A veces que pensamos que una persona nos quiere o quiere ser nuestros amigos y a veces nos hablan y al día siguiente no :)
    Saludos!!

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    Respuestas
    1. ¡Hola, Sofia!

      Yo no me imagino a Érika bipolar. Se me ocurren dos posibles opciones: o pasaba de mí como los demás y nunca me quiso (saludar es el mínimo de educación cuando te encuentras con alguien), siendo en muchas ocasiones muy curiosa (lo cual no significa amor), o en realidad lo que hacía era esconder sus sentimientos, que me quería pero no quiso decírmelo directamente.

      Estoy seguro de que Érika no era para nada bipolar: o pensaba de una forma o de otra, pero nunca una mezcla de ambas.

      ¡Qué mal es eso de subir y bajar de las nubes, alegrando al subir pero entristeciendo al bajar! ¡No sabes si esa persona te quiere de verdad o no! xD

      ¡Saludos, Sofi! ;D

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