sábado, 13 de junio de 2015

Crónicas de un amor platónico (parte 30)


Tiempo de pensar, de meditar, de reflexionar. Es hora de estudiar y de cavilar sobre el propio futuro, pues hay momentos en la vida en los que es necesario hacerlo, antes de arrepentirse por una decisión equivocada. Entre esos momentos se encuentra desde luego el camino a seguir cuando se es adulto, cuando uno madura y se da cuenta de que ha llegado la hora de tomar una importante decisión: la de su trabajo, su profesión, su oficio, su futuro profesional...el puesto laboral al que aspira, y que con muchas probabilidades marcará el resto de su vida.

Han pasado más de dos semanas desde que terminó la PAU, y todavía hoy no tengo claro lo que quiero estudiar. He consultado infinitas veces la lista de carreras disponibles en una pequeña guía que nos entregaron durante la jornada de puertas abiertas, pero aún así no encuentro ninguna que me llame la atención. Debido a mi condición de Bachillerato de Ciencias y Humanidades, queda completamente descartada toda la lista perteneciente a la rama de conocimiento Ciencias de la Salud, entre las que se incluyen Medicina, Enfermería, Fisioterapia, Farmacia... Todas ellas constituyen las notas de corte más altas de acceso, por encima de 9 como nota media.

Teniendo en cuenta mi 8´7 tampoco pretendo aspirar a ninguna de ellas, de modo que me fijo únicamente en las opciones de la rama de conocimiento Ciencias Sociales y Jurídicas, entre las que están Periodismo, Trabajo Social, Turismo, Administración y Dirección de Empresas, Derecho, Relaciones Laborales, Contabilidad y Finanzas, Maestro de Educación Infantil y Primaria... Si bien todas ellas me vienen genial porque complementan mi formación de Bachillerato, también dispongo de otras ramas como la de Artes y Humanidades, Ingeniería y Arquitectura, y por último Ciencias. Al fijarme en estas ramas descubro con asombro que todas tienen de nota media 5, por lo que cualquiera que apruebe la PAU en realidad puede hacerlas sin preocuparse por la nota.

La rama de Artes y Humanidades no me decepciona. Tiene carreras que me agradan como por ejemplo Bellas Artes, Estudios Ingleses o Historia del Arte, pero tengo entendido que no se gana tanto dinero como en carreras de otras ramas como por ejemplo la de Ingeniería y Arquitectura, que cuenta con todo tipo de ingeniería como la informática, marina, náutica, radioelectrónica... Esta última rama no me llama nada en absoluto, al igual que la de Ciencias, en las que viene de saco Física, Química y Matemáticas. Yo mismo mejor que nadie sé que ni me gustan ni se me dan bien las matemáticas, y por supuesto todo lo relacionado con ellas.

De ese modo descarto igual las ramas de Ingeniería y Ciencias, incluyendo también la de Artes y Humanidades, quedando ahora solo la de Ciencias Sociales y Jurídicas.

Siguiendo mi viejo método de descarte, voy eliminando posibles opciones en función de mi desagrado por las mismas. Así quedan fuera de la lista Derecho, Contabilidad y Finanzas, Economía, Administración y Dirección de Empresas y Trabajo Social. Fuera de ella no tarda en sumarse también Periodismo, al ver que la nota media es de 9´5 (la más alta de esta rama). Por tanto, me quedan ahora tres posibles opciones: Turismo, Maestro de Educación Infantil y Maestro de Educación Primaria.

Pienso y reflexiono mucho. Medito sobre las ventajas y desventajas de las tres carreras, y sus pros y sus contras en el mundo laboral. Por un lado Turismo parece interesante ya que hay posibilidades de viajar mucho, pero la pega es que hay que estudiarse muchos idiomas. A mí solo se me da bien el inglés y paro de contar, ya que ni el francés ni el alemán me agradan lo más mínimo, y tener que estudiar idiomas que repugno no es que sea algo precisamente agradable. Por otro lado tengo las opciones de Maestro de Infantil o de Primaria, que a pesar de tratarse de profesiones socialmente vistas como "fáciles" y menospreciadas, además de tener muchos días de vacaciones, en ambas hay que aguantar a niños y niñas impertinentes.

Recuerdo de ver a mis maestros y maestras del colegio cuando me daban clase, y la sola idea de pensar en acabar como ellos gritando y perdiendo la paciencia como unos histéricos me echa para atrás. No quiero convertirme en una persona afónica y amargada, que infunde miedo mediante gritos y castigos para que los niños la respeten. Incluso también recuerdo perfectamente decir cuando era pequeño, por este mismo motivo: "¡No quiero! ¡Yo nunca seré maestro!". Sin embargo, ser profesor se encuentra ahora entre mis opciones de estudio, lo cual resulta bastante irónico.

Sigo pensando y reflexionando. Pasan los días y las semanas. No encuentro una respuesta clara. Me deprimo al ver que faltan pocos días para hacer la prematrícula y aún no tengo una carrera decidida. Pienso en mis amigas Laura y Mandy, cada una con su futuro ya decidido y sin ninguna duda, mientras que yo todavía no sé cuál me depara el mío. Incluso reparo en la posibilidad de echarlo a suerte como último recurso cuando, a poco menos de tres días, mi madre me dice algo que me hace tener una pista acerca de mí mismo, algo en lo que no había caído ni había tenido en cuenta hasta ahora.

Sus palabras cálidas me dicen que me ve como maestro, debido a mi carácter tranquilo y paciente. Me dice que soy una persona que transmite paz y calma, y que tengo la suficiente paciencia como para enseñar a otros a ser personas. También me considera maduro y responsable, atento y cuidadoso, amable, dulce, valiente, justo y sobretodo buena persona. Las valora como cualidades perfectas para todo buen maestro, capaz de educar no solo a menores sino también a adultos, y cree ver en mí a un gran docente que asegura las niñas y los niños no olvidarán jamás.

Esas tiernas palabras logran tocarme por dentro y consiguen por fin alentarme a elegir una carrera. Bajo la excusa del probar un año dicha carrera, elijo como opción de prematrícula el Grado de Maestro en Educación Infantil. Sin embargo, la idea de aguantar a niños tan pequeños y casi bebés o el cambiar pañales y cuidar que se coman toda la comida, hacen que poco después finalmente me decante, en la matrícula, por el Grado de Maestro en Educación Primaria. Ahí al menos los niños y niñas son más mayores y más independientes, o al menos eso dicen.

Durante el verano sonrío feliz, porque ya he encontrado un camino que seguir para mi futuro. Voy con la certeza de que siempre puedo cambiar, ya que asisto a clase bajo la excusa de "probar el primer año". Si veo que no me gusta, siempre puedo dejarlo y estudiar otra cosa. Con ese pensamiento en mente, las preocupaciones que tenía hasta hace muy poco se desvanecen. Pienso que la vida de compone de riesgos, y que si uno no arriesga no gana nada.

Para mayor sorpresa, un día de ese mismo verano que paseo por la localidad me encuentro a una persona especial. Esa persona es ni más ni menos que Érika, que me saluda como compañeros de toda la vida y me pregunta por la PAU. Yo le respondo que bien y al hacerle la misma pregunta ella responde igual, tal y como imaginaba. A continuación me pregunta qué carrera o estudios superiores pienso estudiar, y después de contarle mi decisión final ella se sorprende con los ojos y la boca abierta. No entiendo su asombro hasta que me cuenta la increíble casualidad de sus palabras.

Érika y yo vamos a ser los dos Maestros de Educación Primaria.

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